México-Afro | Hugo Vélez | 2·Nov·21

Recreo #10 B, Centro, San Miguel de Allende, Guanajuato

Desde hace más de 30 años el pintor Hugo Vélez empezó a incluir dentro de sus cuadros personajes afromexicanos. Tras haber dado algunos talleres de pintura y máscaras en poblados de la región negra de Oaxaca e inspirado por la belleza de la gente de estos pueblos, pero también indignado por su aislamiento y falta de reconocimiento como parte de la nación mexicana, se decidió incluir en sus telas a personas de este grupo humano que raramente es tomado  en cuenta cuando se habla de la pluralidad cultural de México. Apenas hace un año se incluyó el reconocimiento en ley de la tercera raíz a los pueblos de origen africano y hace dos meses, en  agosto de este año se lanzó el decreto que instituyó el 10 de agosto como día de las personas y los pueblos afromexicanos, por lo que esta exposición es casi un festejo a estos avances simbólicos.  A lo largo de los años, cuadro tras cuadro, Vélez ha desarrollado una estrategia de integración de estas mujeres y hombres a situaciones más cercanas al estilo de vida del pintor que a la realidad en que se encuentran los afromexicanos; su posición ante el tema, es mostrar a los negros en escenas de las fiestas a las qué el asiste, los viajes vacacionales con sus amigos, las inauguraciones de una exposición,  una tarde de juegos de mesa entre familia, una comida abundante en la que se festeja un cumpleaños, el brindis por una boda. Vélez quiere que sus amistades de la Ciudad de México o la capital oaxaqueña, que sus colegas pintores o del medio cultural, que sus compradores y sus galeristas, la clientela de bares, salones de baile o restaurantes que frecuenta, vean a los afroamericanos totalmente asimilados a los círculos de la vida que él transita cotidianamente. El artista no quiere ni hacer antropología cultural o social, no le interesa pintar las danzas o costumbres que aún ligan a estos pueblos con su remoto pasado africano, no quiere tampoco pintar la pobreza, las penurias que se dan en las regiones del país donde los afroamericanos habitan. Lo que el pintor desea es hacer en el cuadro lo que la sociedad ha tardado siglos en lograr: asimilar a los pueblos negros como parte estructural e ineludible del México presente. En los años 40 del siglo pasado llegó a México a trabajar en el Taller de la Gráfica popular la estupenda escultora y grabadora Afroamericana Elisabeth Catlett, ella venía de las luchas por la reivindicación de los derechos de los pueblos negros, sus abuelos habían sido todavía esclavos. Con su tendencia a los temas sociales, el Taller de la Gráfica Popular se sensibilizó a través del arte y la amistad de Catlett  y pronto reivindicó a los pueblos negros asentados en México y su historia. Varios de los artistas del TGP desarrollaron grabados con este tema, incluyendo por supuesto a la maestra Elisabeth e incluso fueron de los primeros en reivindicar al líder revolucionario Gaspar Yanga, originario de Gabón, quién logró escapar de la esclavitud y lidereando a un grupo de esclavos rebeldes, fundaron el primer municipio libre del poder colonial español, San Lorenzo de los Negros en 1609, mismo que hoy lleva el nombre de aquel luchador,  Yanga. Así los afromexicanos entraron al arte moderno mexicano, pero han sido muy pocos pintores y un puñado de fotógrafos quienes han realizado obras en torno a este tema, entre los que destacan Hugo Vélez, Francisco Toledo, Alberto Ibáñez y Maya Goded.  

Cuando murió el maestro Toledo, Alcides Fortes y su galería nudo junto con quién esto escribe, estábamos trabajando con el maestro Toledo en una propuesta de exposición de Rembrandt y Toledo para la Casa Museo Rembrandt en Amsterdam.  El maestro Toledo había propuesto como tema central de su trabajo, la esclavitud que enriqueció a los holandeses, y lo había propuesto porque Rembrandt fue de los primeros artistas en incluir dignamente negros en un puñado de pinturas y grabados, y porque Toledo había estado trabajando en torno a la esclavitud en Oaxaca. 

    En alguno de sus cuadros más memorables, Vélez ironiza la falta de aceptación colectiva por parte de la nación mexicana hacia la negritud, colocando un grupo de mujeres negras desnudas que se tapan la vulva o los pechos con sendas ediciones del libro de Octavio Paz, El Laberinto de la Soledad. Considerado uno de los ensayos emblemáticos sobre el tema de la identidad del mexicano, el premio nobel mexicano esquivó notoriamente la presencia africana como parte constitutiva de nuestra identidad. Por ello el pincel ironiza, situando a estas mujeres que muestran su piel entera y de color, como las verdaderas habitantes de ese solitario laberinto en que hasta el más sesudo de nuestros intelectuales no toma en cuenta. Las denuncias de Vélez son así, festivas, con humor y con tendencia a incorporar y resolver del modo más sencillo el asunto, sus imágenes plantean que la solución es sólo un cambio de actitud y ya tendríamos incorporados a los negros en la historia de México, pero sobre todo en la sociedad actual. 

       En términos pictóricos, el artista confiesa que al abordar la temática se encontró con que el trabajo en torno a una piel de un personaje negro, era mucho más interesante que la de un blanco. Como en la historia de la pintura occidental los blancos dominan, ya las tonalidades de tez blanca tienen hasta una formula a la cual accede el artista desde su paso por cursos o por la academia. En cambio las diversas tonalidades de negros y mulatos presentan un apasionante reto pictórico, la pintura se llena de color y el cromatismo es la fiesta de la pincelada.  También por ello los cuadros se tornan en una algarabía de la paleta, de por sí las culturas afros tienen en sus textiles, viviendas y objetos de uso cotidiano y ritual, una predilección por colores encendidos y gamas cromáticas muy amplias. Entonces, el artista prefiere trasladar a ese campo su conexión. A lo largo de las décadas de realizar series o cuadros intermitentes de esta temática, piel tras piel, tez tras tez, la combinatoria de pigmentos o pinturas siempre se ha resuelto no con formulas sino con una nueva tonalidad, más profunda, más brillante, en estas anatomías caben muchas combinatorias de la paleta del pintor, debajo de la piel de un grupo de negros pintados anidan  los arcoíris de la paleta y la emancipación del color. 

Fernando Gálvez de Aguinaga


Mexico Afro

More than 30 years ago the painter Hugo Vélez began including Afro Mexican figures in his paintings. He was inspired by the beauty of the people of these areas when he gave workshops on painting and mask-making in the Afro regions of Oaxaca. He also found himself outraged at the isolation and lack of recognition of these regions within Mexican nationhood so he decided to refer to this culture as a group in his canvases, a group rarely recognized in conversations about Mexico’s diverse cultures. 

It was scarcely a year ago that communities of African origin were recognized in legislation. In August of this year an executive order decreed that 10 August be observed to honor Afro Mexican people and places. Therefore this exposition comes as a celebration of this symbolic progress. Throughout the years, in painting after painting, Vélez has developed a strategy for including these men and women in situations closer to the painter’s life-style than to the quotidian reality of the Afro Mexicans. His attitude towards this issue is to portray Black people in scenes of parties he goes to, vacation trips he takes with his friends, an afternoon of family table games, an abundant birthday party feast and a wedding toast. Vélez wants his friends in Mexico City and in Oaxaca City, his artist colleagues and the cultural media, his buyers and gallerists, the clientele of bars, dance clubs and restaurants he frequents to see Afro Mexicans as completely assimilated into the social circles he moves in every day. The artist isn’t aiming at social or cultural anthropology; he isn’t concerned with the dances or customs that still link these communities to their remote African past; he rejects portraying poverty and the misery that afflicts the regions where Afro Mexicans live. The painter wants to bring into his frame what society has taken centuries to achieve: the necessary assimilation of Black communities into a part of the makeup of today’s Mexico.

In the 1940s the superb sculptor and engraver Elisabeth Catlett came to work in Mexico, mainly in the Folk Graphics Workshop. The artist came from the civil rights struggle in the USA, which was becoming the divisive national cause that continues to this day. Her grandparents had been slaves in that country. The bonds of friendship were easily formed with Catlett since the Workshop shared her commitment to social justice. This friendship helped raise the awareness of the Folk Graphics Workshop through art and they soon vindicated the Black communities of Mexico and their history. Many artists from the Workshop, of course including Catlett herself, developed engravings to engage this issue. They were the first to advocate for the revolutionary leader Gaspar Yanga, from Gabon, who escaped slavery to lead a rebellion and found the first free city in the Spanish colonial empire, San Lorenzo de los Negros, in 1609, which today takes the name of that warrior, Yanga. Thus the Afro Mexicans emerged into modern Mexican art. However there have been few painters and just a handful of photographers who have worked on this issue, among whom Hugo Vélez, Francisco Toledo, Alberto Ibáñez and Maya Goded stand out.

When Toledo died, Alcides Fortes and his gallery Nudo, together with this writer, were working on a proposal for the Rembrandt House Museum in Amsterdam for a dual exposition of Rembrandt and Toledo. Slavery would be the key to making a coherent exposition of two such disparate artists. Toledo had been working on the theme of slavery in Oaxaca. Since we know that slavery had enriched the Dutch (as it had much of Europe) and therefore is a part of European history, this would be the central theme of the exposition, the effect of which would be to enrich both continents and their publics in the experience of great art. Rembrandt would be honored for his enduring humanity since his portrayals of Black people enhanced their dignity in several paintings and engravings, way in advance of his contemporaries.

In some of his most memorable paintings, Vélez ridicules the lack of collective acceptance by the Mexicans of Blackness by portraying a group of nude Black women with their vulvas and breasts covered with copies of Labyrinth of Solitude, by Octavio Paz. This essay is one of the most emblematic essays on the topic of Mexican identity, yet the glaring omission of the African place in our shared Mexican identity opens the Nobel Prize winner to ridicule. Velés’s paintbrush does this by placing these women, who display their skin and its color, as true inhabitants of this lonely labyrinth, which even the greatest of our intellectuals fails to consider. Vélez’s condemnations are therefore celebratory, using laughter with the predisposition to include in a search for the simplest solution. His images suggest that the solution can only be a change of attitudes to embrace Black people in the history of Mexico and above all in today’s society.

In terms of painting, the artist admits that in tackling this issue he found that the work of portraying Black skin was much more interesting than white skin. Since the history of white people dominates the art history of the West, the color scheme of white complexions even has a formula, which is taught in academic programs. In contrast, the diverse tonalities of people of color present a passionate pictorial challenge. The paintings are full of color and the use of color is a celebration of brushstrokes. This turns the paintings into a celebration of the palate. On their own, African cultures have a predilection for vivid colors and ample color spectrums in their textiles, dwellings and household and ritual objects. Thus the artist prefers to make this his connection. Throughout the decades of making series or occasional paintings on this theme, skin after skin, complexion after complexion, the combinations of pigments and paint have been resolved not with formulas but with new tonalities, more profound, more brilliant. With these anatomies many combinations are included in the painter’s palette. Under the skin of a group of Black people dwells a rainbow and the emancipation of color.

Fernando Gálvez de Aguinaga